martes, 2 de noviembre de 2021

Confesión de parte

 

Debo confesar sin remordimientos, que he estado y estoy en contra de los actos políticos que de forma disfrazada han conducido a que el Perú tenga en estos momentos un gobierno con una jefatura de Estado personal, puesto que esto conllevará a la toma de decisiones sin control, que en un Estado tan grande como el peruano se convertirán en decisiones ineficientes que además van a encubrir y germinar actos de corrupción.

Mi confesión la hago frente a una masa que desborda en alegría y esperanza, por lo que es  hostil a quien piense distinto, pero no es la primera vez que debo mantenerme firme en mis principios.  Así tenga que nadar contra corriente, me reafirmo en que lo que ha ocurrido es un quiebre a las reglas democráticas, y estoy seguro de que al final el tiempo dará la razón a quienes sin llevarse por pasiones miran al Estado como una institución de normas y reglas, puesto que el Estado no es otra cosa que la ficción jurídica creada por nosotros mismos y por el cual renunciamos a nuestros apasionamientos para aceptar que el desarrollo de la nación se lleve a cabo mediante la aplicación de las reglas y normas  que nos auto imponemos y, en nuestro caso las normas escritas tales como la Constitución, Leyes, Decretos, etc.

No me confieso buscando absoluciones, pero sé que mis amigos van a pretender darme muchas penitencias,  sin considerar que, como atenuante tengo en sí su amistad, pero como buen demócrata hemos de llevar esa cruz con altura e hidalguía.

Pero qué nos depara el futuro próximo, habiéndose encaminado un proceso electoral para legalizar esta irrupción democrática; bajo la teoría de los hechos cumplidos  se buscará conservar las situaciones existentes y rechazar su modificación, pero bajo la sombra de que estos actos son abiertamente inconstitucionales, el futuro para los golpistas es una Espada de Damocles, donde los extremos pueden darle la libertad absoluta y la gloria del poder o la prisión por la violación constitucional y el quiebre de muchas normas.

Pero no cabe duda que lo más importante de estas circunstancias es que se trata de una oportunidad para que los peruanos aprendamos muchas lecciones, pero la más importante es que la intolerancia a las ideas ajenas agudiza los conflictos y cuando se deja el diálogo como mecanismo de comunicación y el consenso como herramienta para la solución de los problemas, ninguna sociedad podrá avanzar y la democracia se convierte en demagogia.

Pero lo que  me niego a creer e inclusive considerar como un posibilidad, es que los hechos ocurridos y sus actuales resultados sean un cambio para la política peruana, que se considere una renovación y que a partir de mañana las truchas nadarán fritas y con su limón directo a nuestros platos.  Lo que ha pasado es solamente el resultado de una deformación de la política y el producto es lo mismo, mañana habrá elecciones y pasado también, y no cambiará nada, los peruanos volveremos a elegir a quien nos represente, elegiremos al que se parece más a cada uno, el ecologista elegirá un ecologista, el minero elegirá un minero, el progre, elegirá un progre, y luego como ya ha ocurrido en las elecciones regionales estaremos pidiendo cárcel para los ganadores (ya hay tres, creo, de las última elecciones y no han pasado ni dos años), así que quien venga con el cuento de que los peruanos nos hemos levantado contra la corrupción y la hemos tumbado, está vendiendo sebo de culebra y haciendo lo que el concepto puro de demagogia dice.

En tal sentido acabo mi artículo con la frese de un meme “Se tenía que decir y se dijo”.

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