Debo confesar sin
remordimientos, que he estado y estoy en contra de los actos políticos que de
forma disfrazada han conducido a que el Perú tenga en estos momentos un gobierno
con una jefatura de Estado personal, puesto que esto conllevará a la toma de
decisiones sin control, que en un Estado tan grande como el peruano se
convertirán en decisiones ineficientes que además van a encubrir y germinar
actos de corrupción.
Mi confesión la hago frente a
una masa que desborda en alegría y esperanza, por lo que es hostil a quien piense distinto, pero no es la
primera vez que debo mantenerme firme en mis principios. Así tenga que nadar contra corriente, me
reafirmo en que lo que ha ocurrido es un quiebre a las reglas democráticas, y
estoy seguro de que al final el tiempo dará la razón a quienes sin llevarse por
pasiones miran al Estado como una institución de normas y reglas, puesto que el
Estado no es otra cosa que la ficción jurídica creada por nosotros mismos y por
el cual renunciamos a nuestros apasionamientos para aceptar que el desarrollo
de la nación se lleve a cabo mediante la aplicación de las reglas y normas que nos auto imponemos y, en nuestro caso las
normas escritas tales como la Constitución, Leyes, Decretos, etc.
No me confieso buscando
absoluciones, pero sé que mis amigos van a pretender darme muchas
penitencias, sin considerar que, como
atenuante tengo en sí su amistad, pero como buen demócrata hemos de llevar esa
cruz con altura e hidalguía.
Pero qué nos depara el futuro
próximo, habiéndose encaminado un proceso electoral para legalizar esta
irrupción democrática; bajo la teoría de los hechos cumplidos se buscará conservar las situaciones existentes y rechazar su
modificación, pero bajo la sombra de que estos actos son abiertamente
inconstitucionales, el futuro para los golpistas es una Espada de Damocles,
donde los extremos pueden darle la libertad absoluta y la gloria del poder o la
prisión por la violación constitucional y el quiebre de muchas normas.
Pero
no cabe duda que lo más importante de estas circunstancias es que se trata de
una oportunidad para que los peruanos aprendamos muchas lecciones, pero la más
importante es que la intolerancia a las ideas ajenas agudiza los conflictos y
cuando se deja el diálogo como mecanismo de comunicación y el consenso como
herramienta para la solución de los problemas, ninguna sociedad podrá avanzar y
la democracia se convierte en demagogia.
Pero
lo que me niego a creer e inclusive
considerar como un posibilidad, es que los hechos ocurridos y sus actuales
resultados sean un cambio para la política peruana, que se considere una
renovación y que a partir de mañana las truchas nadarán fritas y con su limón
directo a nuestros platos. Lo que ha
pasado es solamente el resultado de una deformación de la política y el
producto es lo mismo, mañana habrá elecciones y pasado también, y no cambiará
nada, los peruanos volveremos a elegir a quien nos represente, elegiremos al
que se parece más a cada uno, el ecologista elegirá un ecologista, el minero
elegirá un minero, el progre, elegirá un progre, y luego como ya ha ocurrido en
las elecciones regionales estaremos pidiendo cárcel para los ganadores (ya hay
tres, creo, de las última elecciones y no han pasado ni dos años), así que
quien venga con el cuento de que los peruanos nos hemos levantado contra la
corrupción y la hemos tumbado, está vendiendo sebo de culebra y haciendo lo que
el concepto puro de demagogia dice.
En
tal sentido acabo mi artículo con la frese de un meme “Se tenía que decir y se
dijo”.
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